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¿Homofobia vs. Familiafobia?

Fernando Sánchez Argomedo 12 Julio 2014

Hay que reconocerlo, hemos errado en el camino al vivir una continua confrontación entre dos grupos de personas: aquellos que hemos querido preservar y cuidar a la familia natural (un hombre unido a una mujer con la finalidad de ayudarse mutuamente y procrear), frente aquellos que pugnan por nuevos derechos para las minorías y un fuerte deseo de ser reconocidos como comunidad y que por lo mismo promueven la modificación de leyes y redefinición de conceptos que a su parecer son anacrónicos.
¿Realmente hay un ganador y un perdedor en esta pseudo batalla humana con tintes medievales mezclados con lucha de clases? La respuesta es: definitivamente no.

Cuando la comunidad gay y los “defensores” de sus derechos pretenden destruir el matrimonio natural y la familia, están olvidando que todos y cada uno de los seres humanos, incluidos ellos, ha nacido en el seno de una familia, todos ellos indiscutiblemente tienen dos padres biológicos y uno de ellos forzosamente es varón y otro forzosamente mujer.

Si la comunidad familiar no ha funcionado bien, la solución no es cambiar su esencia, sino buscar los caminos para que cumpla la vocación social a la que está llamada como parte de la naturaleza humana. Cuando los excesos de la modernidad nos llevan a descuidar nuestros ecosistemas, provocamos terribles consecuencias como el cambio climático. No es difícil comprender cuáles pueden ser las consecuencias de destruir al matrimonio natural y a la familia.

Por otra parte los “defensores” de la familia hemos elegido en muchos casos un camino incongruente que no va en la línea de lo que se predica, ya que quienes defendemos a la familia en su mayoría somos católicos o miembros de religiones en las que se predica la paz, la comprensión y el amor.
El mensaje de Cristo es de misericordia, de encuentro con aquellos que siguen un camino diferente al nuestro y, como lo ha señalado el Papa Francisco, de diálogo, mucho diálogo; y, sin embargo, lo que muchas veces prevalece es una gran incapacidad para dialogar y una gran capacidad para identificar “oponentes” y“enemigos”.

Los activistas en pro de la familia muchas veces olvidan que lo más importante, antes que la confrontación, es el testimonio de vida y la congruencia. En este sentido, debemos empezar por vivir lo que predicamos.

¿Cuál es el camino?

El camino es el diálogo y el entendimiento. Seguramente muchos reirán con esta propuesta y pensarán que es ilusoria la posibilidad de diálogo. Es evidente que hay grandes intereses, sobre todo...

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